Año 482 de la Égira, Toledo
Hace ya un año de aquella noche, una
noche calurosa de verano. Me encontraba limpiado mis instrumentos quirúrgicos
de los resto de sangre de mi último paciente, un obrero que tropezó y cayó de
un andamio. Su tibia y peroné izquierdos se rompieron y le atravesaron la carne
y la piel. La intervención había durado más de tres horas tras las cuales
estaba agotado, pero parecía haber salido bien, sólo había que esperar que no
se infectase.
Mientras el vino que iba a utilizar para esterilizar
mis instrumentos hervía al fuego, alguien llamó a mi puerta. Era un poco tarde,
pero las urgencias no entienden de horarios. Me dirigí hacia una ventana y me
asomé, una pareja de monjes esperaba en mi portal. Les abrí.
-Buenas noches-dije.
-Buenas noches hermano-contestó uno de ellos.
-¿Puedo ayudaros?
-Disculpad las horas, pero un terrible suceso ha
ocurrido en nuestra casa, el hermano Jeremías ha sido hallado muerto, el
alguacil nos informó de vuestros conocimientos forenses y esperábamos que
pudieses ayudarnos a descubrir la causa de la muerte.
-Estaría encantado de poder ayudarles, mañana a
primera hora estaré allí.
-Disculpad hermano, pero el abad ha insistido en la
importancia de resolver esto cuanto antes, os rogaríamos que nos acompañaseis
ahora, os compensaremos por las horas.
Podría haberles insistido en que no eran horas y que
estaba cansado, pero no habría servido de nada, percibía la imperiosidad de la
demanda de los monjes, hecho que despertó mi curiosidad. ¿Unos monjes versados
en el arte de la medicina solicitan ayuda a un médico musulmán? Sin duda había
algo extraño en aquel asunto, pero aún así acepte.
Durante el trayecto me informaron que el tal
Jeremías era el encargado de la bodega y la despensa del monasterio. Cuando un
novicio fue a por una botella de vino para el abad se encontró el cuerpo del
hermano flotando en uno de los toneles de la bodega. Por desgracia el médico de
la abadía se encontraba en un sínodo en Toulouse que había reunido a toda la
comunidad de religiosos estudiosos de la medicina de Europa. Esa era la razón
por la cual habían acudido a mí.
Finalmente llegamos a la abadía, los hermanos me
llevaron a la enfermería donde se encontraba el cuerpo. Allí nos reunimos con
el abad, el prior y el novicio que encontró el cadáver. El joven me explicó lo
ocurrido mientras comenzaba a examinar el cadáver. Presentaba claros signos de
haberse ahogado, la piel estaba pálida y fría, sus labios azulados, parecía
evidente. Saqué un escarpelo que llevaba en mi bolsa y abrí el pecho del
cadáver para hacer una última comprobación que corroborara mi diagnóstico. Pero
entonces algo falló, los pulmones no contenían los líquidos que el hermano
Jeremías debería haber inhalado de haberse ahogado con el vino. Tampoco tenía
marcas que señalasen que había sido estrangulado. Entonces me fijé en que el
cuerpo carecía de pelo. Les pregunté a mis acompañantes si el hermano padecía
de alopecia, a lo que respondieron con una negativa. El novicio me dijo que
cuando fue a sacar el cadáver del tonel el cabello se le desprendió con si no
estuviera pegado a su cabeza. Entonces una idea estalló en mi mente, el hermano
Jeremías había sido envenenado.
-Hermanos -dije- el hermano Jeremías ha sido
envenenado con una sustancia que le la provocó la asfixia y después arrojado al
tonel para ocultar el auténtico motivo de su muerte.
Esperaba sorpresa en sus caras, pero lo que encontré
fue una extraña sonrisa.
-Excelente observación –dijo el Abad- Sin duda no
nos equivocamos con vos, sois perfecto.
-Disculpadme, ¿de qué habláis?-no me estaba gustando
el rumbo de los acontecimientos.
-Lo sabréis muy pronto-entonces sonrío y mostró unos
afilados y finos colmillos. Sin apenas darme cuenta se abalanzó sobre mí y me
mordió mientras el resto me sujetaban. Perdí la consciencia hasta que un
terrible dolor azotó mi cuerpo, cegado
sentí como expulsaba mis entrañas y como mi cuerpo perdía su calor, su
vida. Entonces una sensación de hambre y sed se apoderó de mí, y sentí como un
cálido líquido llenaba mi boca y se expandía por mi cuerpo calmando mi
angustia. Poco a poco fue recuperando la consciencia. La imagen de un techo
abovedado apareció ante mí, me incorporé y me encontré tumbado sobre un suelo
de piedra en una fría y sombría habitación iluminada por la débil luz de una
antorcha. Mis ropas estaban raídas y manchadas de sangre, me sentí muy confuso.
Me dirigí hacia la puerta, pero estaba cerrada, la golpee y empecé a gritar
hasta que alguien la abrió. Era el abad.
-Acompañadme hijo, os explicaré todo…
. . .
Renací como
vampiro, ahora era un capadocio, y el supuesto abad mi maestro, mi sire, mi
mentor. Durante años me instruyó en las artes del estudio de la muerte, para lo
que mis conocimientos de medicina me fueron muy útiles. También me enseñó la
filosofía y la doctrina de la Via Ossium,
o Camino de los Huesos.
Con la llegada
del nuevo siglo de la era cristiana, alcancé mi independencia y decidí
emprender un viaje a oriente para profundizar mis estudios. Recorrí el norte de
África, Egipto, Arabia, Persia y finalmente llegué al centro geográfico de
nuestra orden y nuestro clan, el templo de Erciyes, en la Capadocia. Allí
conocí, entre otros, a la sacerdotisa Constancia, uno de los miembros más
influyente del clan capadocio y la cabeza del Camino de los Huesos, de la que
aprendí profundos conocimientos no sólo acerca de la muerte, sino de la
naturaleza vampírica y la historia de la estirpe.
Años después
decidí volver a Toledo, recuperé mi antigua casa y volvía a ejercer como médico
motivado ahora por una curiosidad mucho mayor que en mi vida humana, ansiaba conocer
como las enfermedades y los humores afectaban al cuerpo humano, como funcionaba
el mismo, y como llegaba al estado de la muerte.
Ahora era
nieto de mi viejo yo, o eso creían mis vecinos. Hice de un joven estudiante,
Germán, mi ghoul para que cuidara mi casa y atendiera a mis pacientes durante
el día. Le hice mi discípulo y poco a poco le fui trasmitiendo mis enseñanzas.
. . .
Ahora me
dispongo a diseccionar el cadáver de Don Pedro, un viejo señor toledano, que
según su familia “ha muerto de viejo”…
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