Bueno, antes de nada disculpar la falta de actividad del blog durante estos días, por diversas vicisitudes del destino, no hemos podido publicar, pero pronto volveremos a la carga. Mientras os dejo un fragmento de un relato que estoy escribiendo ambientado en el universo de Avarant. Espero que os guste!
Tras callejear unos minutos, en
los que Layra pudo deleitarse mejor con los “placeres” de la ciudad, llegaron a
un edificio delante del cual se detuvo el enano. Tenía dos plantas. La primera,
de piedra, se abría a la calle con dos ventanas vidriadas de colores que
mostraban escenas agrícolas relacionadas con la elaboración del vino. Una arco
cerrado por una recia puerta de madera tachonada con clavos de hierro negro
daba acceso al local. A su lado, y colgado de un poste incrustado en la pared,
colgaba un cartel de madera en el que había tallado un hombre excesivamente
barrigón que alzaba una jarra en alto. Bajo esta imagen un letrero rezaba: “Tom
el Gordo”. La segunda planta, entera de madera, sobresalía un poco de la línea
de la fachada, y tres ventanas con hojas de madera se abrían a la calle.
Bräkk
empujó la puerta que se abrió suavemente dando acceso a una agradable estancia.
Una pequeña sala de forma cuadrada componía toda la planta baja del local,
exceptuando las concinas. A la derecha había una pequeña chimenea, que a pesar
de sus dimensiones daba a la estancia un clima placentero. A la izquierda unas
escaleras daban acceso a la planta superior. Y al fondo se encontraba la barra,
de piedra y madera, con un posadero de aspecto bonachón que conversaba con sus
clientes. Las mesas del pequeño local, no eran sino barriles rodeados de
taburetes altos. La estancia tenía un agradable olor a madera, con un sutil
aroma a vino.
-¡Tom, viejo gordo! –exclamó
alegremente el enano.
-Pero
si es, ni más ni menos, que Bräkk “el sin-fondo”, enano cabrón, ya te daba por
muerto –contestó alegremente el tabernero, mientras salía de la barra y daba un
enérgico apretón de manos al enano- ¿qué ha sido de tu vida desde el torneo?
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