17 ene 2013

Un punto picante.

Ya se habló en su momento lo difícil que resultaba tratas temas amorosos dentro del rol. El ejemplo de intentar tratar a tu máster barbudo como la princesa rubia, de pelo lacio y labios sonrosados muestra bastante bien lo hasta dónde puede llegar ser difícil. Pero no sólo puede haber amor en la crónica en sí, algo que a mí me gusta usar es meter ese amor difícil en la crónica en la historia. Y no sólo el precioso o bonito amor, también se pueden tratar temas sexuales. ¿Acaso nuestros personajes son de piedra? Siempre y cuando no intentemos hacer la historia de una doncella o algo así, el sexo es algo que puede aparecer perfectamente. No siempre es fácil hacer una historia con sexo o escenas subiditas de tono, pero si tienes un poco de mano con la escritura y eres un tanto sutil (el sexo salvaje y tórrido, además de explícito, no suele quedar muy estético). 
Esto parece muy fácil, pero siendo sincera, es algo complicadillo. Yo ya llevo dos intentos, y me gustaría compartir uno de ellos. Empecé con un reto facilillo: la historia de una chica un tanto insatisfecha por su orientación sexual, que acaba cumpliendo su sueño, o lo que lo resume más, un lésbico (aclaro que es la historia de uno de mis personajes para el rol, más concretamente para Vampiro: La Mascarada). Como mujer que soy, me sería más fácil intentar plasmar las sensaciones de una mujer. Así que, ¡allá va! Espero que os guste, y espero consejos (o críticas). 

"     Quizás mi vida no podría considerarse de ejemplar, ni el camino correcto a seguir, pero no he sido yo aquella que ha elegido ser así. Siempre he pensado que las personas son como un grano de maíz, cuando  los calientas mucho, explotan. Y algo así fue lo que a mí me sucedió hace ahora 32 años.
     Corría el año 52 cuando Juana, mi madre, dio a luz a una regordeta niña, que era tan bonita  como indeseada. Mi padre, Manuel, llevaba mucho tiempo esperando a un varón al que dejar sus posesiones, descendencia masculina, concretamente. Tras muchos intentos mi madre quedó embarazada, pero el nacimiento del bebé no fue bien recibido, precisamente.
Eran las 3:35 de la madrugada cuando mi padre golpeó la puerta del cuarto. Acababa de enterarse de que en vez de Lucio, su pequeño se llamaría Lucía. Por lo que mi madre me contó, jamás me aceptó como hija ante la gente, y en más de una ocasión dijo que su pequeño hijo había muerto en el parto, y que yo no era más que una sobrina lejana. Pero los vecinos no eran inútiles, y sabían lo que pasaba. Ellos sí me aceptaron, de hecho los buenos recuerdos que tengo de mi infancia viene de parte de mi madre y mis vecinos.
    Desde muy pequeña noté que había algo raro en mi cuerpo. No me llamaban la atención otros chicos de mi calle, ni me fijaba en los chicos grandes que traían locas a todas mis amigas. Con 16 años, la mayoría de mis amigas ya estaban emparejadas con algún mozo algo más grande que ellas. Pero yo me daba cuenta de que no quería chicos… por el contrario me llamaba la atención María; era una joven que vivía justo en frente de mi casa. Todas las mañanas miraba por la ventana para ver cómo se ponía sus pololos blancos como el nácar, y cómo su madre le ajustaba el corsé hasta que su cintura se repartía hacia el pecho, turgente y levantado. Trabajaba como actriz en un espectáculo de noche, y todas las mañanas iba a ensayar para por la noche. Tenía algunos años más que yo, y creo que eso era aquello que me excitaba.
     No sabía qué hacer. Ya había oído hablar a la gente de esa “enfermedad” que se empezaba a extender.  Consistía en que te atraían las personas de tu mismo sexo, y al parecer eso era horrible. Pero por otro lado… por fin estaba empezando a ser lo que mi padre quería. Ahora me gustaban las cosas que les gustaban a los chicos. En ese momento, tomé la peor decisión de mi vida: contarle a mi padre casi orgullosa de ello que era homosexual. No había terminado de decir esa última palabra cuando vi que una gran mano, llena de callos de la labor en el campo se acercaba a mi cara. Noté cómo el bofetón de mi padre retumbaba en mi cabeza, y en ese momento perdí el conocimiento. Cuando desperté estaba en mi cama, con mi madre llorando a mi lado, y la parte derecha de la cara manchada de sangre reseca. Al parecer, no había sido un simple bofetón, sino que me había dado con tal fuerza que en el momento había caído al suelo y la sangre emanaba con fuerza de mi oído. Desde entonces, mi oído derecho está prácticamente inhabilitado.
     Mi madre me limpió la sangre y me dijo que no volviera a mencionar el tema nunca más. Mi padre se había puesto hecho una furia y no quería saber nada de mí, así que lo mejor que podría hacer sería encontrar a un muchacho que cuidara de mí y salir de mi casa lo antes posible. Y eso fue lo que hice. Sabía que desde hacía algún tiempo el muchacho del puesto de la esquina me había estado rondando. Era muy simpático y buena gente, sabía que cuidaría bien de mí. Por ello en 1972, con 20 años, me casé con Ángel, el vendedor de pipas de la esquina. Fueron 7 años muy felices a su lado. Él sabía lo que yo era, y yo sabía que lo sabía, así que todo fue sobre ruedas. Nuestro matrimonio era un poco interesado: yo me acostaba con él a cambio de que él me hiciera de tapadera en mi tendencia sexual. A mí no me importaba lo primero, y a él le era un poco indiferente lo segundo.
     En cuanto a mi padre… no volví a hablar con él. Con mi madre sí, de hecho no sacó de muchos apuros económicos a mi marido y a mí.
A dos días de nuestro 7º aniversario de casados, decidí ir a comprar un regalo para Ángel. Mi nuevo trabajo como mecanógrafa en una  fábrica de aceite me daba algo de dinero que solía gastar en castañas asadas (eran mi perdición), pero esta vez pensé que Ángel merecía algo por aguantarme. Así me dirigí a la joyería de Martín, el señor entrañable que de pequeña me tiraba de los mofletes, y me puse a elegir un reloj. El pequeño fondo no me dio más que para un pequeño Lotus con la correa de cuero en tonos negros. Salí de la joyería con el paquetito en la mano. Ya era tarde… Tenía que darme prisa para que Ángel tuviera su cena en la mesa antes de que llegara del trabajo. Así que aligeré. Entonces la vi… Vi a María. Mi vecina de la infancia. Aquella que se apretaba el corsé y se ponía pololos frente a su ventana, y a la cual yo miraba todas las mañanas mientras se me caía la baba. Pero parecía distinta… Algo noté que había cambiado.
     Me acerqué a ella con paso decidido para saludarla, pero entonces me di cuenta de que no era ella. Era otra joven, con el mismo pelo rubio, los mismos pechos jóvenes, y el mismo lunar justo encima del labio superior. Mi miró de una manera extraña, pero esa mirada furtiva y cargada de deseo me excitó aún más de lo que lo hacía su sola presencia. Como si algo hipnotizador hubiera en sus ojos deseé fundirme con ella allí mismo, en medio de la calle de la joyería de Martín. Habló primero: 
-  Sígueme.- Y como si mis pies sólo hicieran caso de su voz, anduve tras ella durante un rato.
- ¿Dónde vamos?- No podía dejar de mirar ese trasero que se movía con la gracia de una de las modelos que se veían en las revistas del corazón?-
A tu renacer como mujer.- Su voz fue la más aterciopelada que había escuchado nunca.
      No hablamos más. Llegamos a una casa muy lujosa aparentemente y entramos. Era tan lujosa por dentro como por fuera. Me condujo a una habitación forrada de terciopelo rojo, y pensé que quizás mis sueños se hicieran realidad… Y en cierto modo así fue. Al rato me encontré desnuda sobre sábanas de seda negra, con el cuerpo semidesnudo de mi “amiga” al otro lado.
 - ¿Cómo te llamas?- Sólo conseguí que mi voz pronunciara eso. Mi boca estaba ocupada en otras cosas…
- Eva.
       En ese momento vi cómo se deslizaba poco a poco hacia mi entrepierna.  Noté que hizo un poco de fuerza para abrirlas, y hundió su cabeza hacia mí... No pude aguantarlo más y chillé de placer. Lo hacía muy despacio  pero al mismo tiempo con mucha pasión.
      Fue entonces la primera vez que no tenía que fingir gemidos para expresar un orgasmo. Fue tan intenso que creía que mis manos, apretadas contra la almohada, rasgarían la fina seda. Y fue entonces cuando noté que su lengua había dejado de rozarme. Ahora eran sus dientes los que estaban en contacto con mi cuerpo. Pero me dio igual. La succión que sus labios ejercían sobre mi clítoris hacía que todo lo demás me importase nada. Sus manos jugueteaban con mis pechos, y cada vez que intentaba acercarme yo a ella, me apartaba y me decía: 
Hoy te toca disfrutar a ti.- decía sin levantar la cabeza.
      Me dejé llevar. Pero hubo un momento en el que noté que mi cuerpo iba perdiendo su energía, hasta el punto de que no tuve fuerzas ni para gritar mi último orgasmo. En ese momento, me ofreció su pecho. Noté cómo la sangre fluía por él, y no dudé en tirarme a absorberla. Tomé de su pecho toda la sangre que me dejó, y al momento vi cómo pasaban otras tantas jóvenes desnudas de las que me pude alimentar.
      Al día siguiente, todo encajó. Eva me explicó lo que era ella, y lo que ahora ella yo. Ya había oído cosas, pero tenía suficientes problemas como para pensar en “vampiros”. Me dijo que teníamos que irnos. Aquí no estaba segura ya que ahora emprenderían una búsqueda contra mí, además, ahora podría disfrutar de mi nueva vida en todos los sentidos, incluido el sexual.  Así que a la semana pusimos rumbo a México. En el viaje de 10 días en barco, le dio tiempo a explicarme todo lo que pudo de vampiros, y la verdad fue mucho. 
     Al llegar allí ya teníamos casa y por lo que pude ver, gran influencia. Eva era una persona importante en aquel lugar. Me comentó que ya había estado allí hacía tiempo, y por eso la conocían.
Y aquí estoy: 32 años después ya conozco México como la palma de mi mano. He aprendido mucho de vampiros, y otros seres naturales, y por raro que parezca… echo de menos España.
     A veces me dan ataques de ninfomanía, pero creo que es cosa del shock que me produjo la “reunión” con Eva. Y la verdad, es algo que no me incomoda. Vivo con Eva, y podría definirme como mantenida, ella tiene dinero de más…
     Bien, ahora me esperan en la puerta… ¿Algo más que quieras saber? Si es así, esta noche te espero en mi cuarto…"

4 comentarios:

  1. Si la había leído, no la recordaba. Está muy bien, pero yo estoy acostumbrada a cosas más esplícitas :P Ya me contarás...

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  2. Ok, pero esto es escritura. Será facil o dificil, explicita o sugerida. Esto está muy bien como historial al hacerte el pj y darselo al master "es mi pasado", pero ¿esto en partida? Esa es la gracia, ¿no?. Esto en todo caso para el master, que se te ponga a narrar un texto como si de un video se tratase.

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    1. A ver, querido, es que ÉSTA es la historia del PJ jajajaja. Es decir, esto es lo que yo le presenté al máster antes de empezar a jugar. Con la entrada, quiero decir, que si uno no se atreve a vivir sexo en la crónica por vergüenza o algo, que lo meta en la historia. No somos ni santos ni puros, y el sexo es algo natural.
      Por supuesto, en partida no puedes hacer esto.

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  3. Uhm. Es que engaña la redacción

    "Esto parece muy fácil, pero siendo sincera, es algo complicadillo. Yo ya llevo dos intentos, y me gustaría compartir uno de ellos. Empecé con un reto facilillo: la historia de una chica"

    A mi me daba a entender que habias hecho dos intentos de rolearlo en mesa, que compartias una, (ergo una es de mesa) y de la misma dices que es una historia. Por eso decía, que eso como experiencia "no vale". Quizás necesito mas café :(

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