21 dic 2012

Un inquisidor para Vampiro Edad Oscura: Daniel Garza

Saludos a todos.

Como ya había comentado en una entrada anterior, el personaje que a continuación os voy a describir podría considerarse uno de mis favoritos de Vampiro: Edad Oscura y, posiblemente, de todos los que he llegado a imaginarme para una partida de rol. ¿Su nombre? Daniel Garza.


“Algunos me consideran más monstruoso y vil que los seres que cazo… no se imaginan la certeza de sus palabras
- Daniel Garza

Daniel Garza es un personaje un tanto atípico, partiendo del contexto en el que entra en acción. En una crónica donde todos los jugadores eran vampiros, yo y otro amigo éramos los únicos humanos del grupo. Por difícil que parezca, conseguimos permanecer "unidos" para llevar a cabo unas cuantas misiones sin demasiados daños colaterales para sus compañeros de viaje.

Pero.. ¿cómo un inquisidor de la Iglesia Católica acabó trabajando codo con codo con unas repugnantes criaturas de la noche? Antes de intentar contestar a eso, deberíamos explicar un poco más la historia de nuestro inquisidor...


Su padre fue Leonardo Garza, juez de Roma y su madre, María Ramirez, doncella castellana de la Corona de Castilla. Ambos se conocieron una recepción organizada en tierras castellanas por el rey Fernando III.

Tras la bendición del rey, el matrimonio pudo consumarse y nueve meses después nació Daniel. El joven se crió con su madre en su tierra natal dado que su padre, por asuntos de trabajo, no podía hacerse cargo del pequeño. El motivó de por qué María no se trasladó con su marido a Roma es un hecho que jamás le fue revelado a Daniel.

Tras cumplir la mayoría de edad, y educado en las letras, se unió a la Orden militar de Calatrava, donde sirvió una década. Posteriormente, se ordenó sacerdote hasta convertirse en Obispo de Toledo.

Su padre, no ajeno a los éxitos de su hijo, lo convocó en Roma con notable urgencia. Daniel Garza en un primer momento se mostró reacio a acudir a la llamada de su padre del que no sabía nada desde hace años. No obstante, por petición personal de su madre, accedió.

A las pocas semanas, Daniel llegó al despacho judicial de su padre. Los retratos a carboncillo que su madre le había enseñado de él no le hacían justicia. Ante él veía a un hombre apagado, viejo y destrozado por la edad, o quizá por algo más.

-Hijo mío, no pasa un día sin que me arrepiente de no haber estado junto a ti y a tu madre en todos estos años. Al poco de nacer tú tuve que regresar a Roma para asuntos importantes, entonces me pasó algo terrible…

-Excusas baratas y sin justificación, anciano. Me crié entre mujeres y jamás tuve una figura paternal hasta que cumplí diecisiete años, cuando mis hermanos de la Orden de Calatrava me aceptaron como uno más.

-¿Te enrolaste en ese grupo de sacerdotes guerreros con ganas de lucha?” exclamó su padre con cierto perplejismo

- No te conviene utilizar ese lenguaje. El maestre Gonzalo Yáñez de Novoa fue lo más parecido a un padre que he tenido nunca. Además, olvidas que estás frente al Obispo de Toledo, respeto me debes como cristiano católico apostólico romano que eres.

-La arrogancia y el orgullo son fuertes en ti, Daniel. No sé si eres el más indicado para lo que te he convocado aquí...

-“Por supuesto que lo es, viejo amigo- dijo una voz procedente de las sombras de una esquina.

En escena apareció un hombre ataviado con las prendas sacerdotales, pero con ciertos distintivos que le dotaban de poder por encima de todos los demás.

-“¿Gregorio IX? ¿Qué hace su eminencia aquí?- preguntó asombrado Daniel

-No es lo usual, es verdad. Pero esta situación lo requería. Pero antes, espera- dijo el papa mientras chasqueaba los dedos.

Al contado aparecieron en la sala varios guardias armados con alabardas que prendieron a Leonardo Garza. Daniel permanecía en silencio. Cualquier otro hijo hubiera saltado sobre esos hombres armados para salvar a su padre. Sin embargo, él no sentía nada hacia ese juez podrido.

-Me temo que tu padre se ha alejado de nuestro rebaño, hijo mío. Ha sido víctima del demonio en persona, ha bebido de su sangre y mira qué le ha hecho. Cuéntaselo, Leonardo, cuéntale a tu hijo lo que eres.

Serio y cansado, sin poder mirar a los ojos de Daniel, comenzó:

-Yo… me he convertido en un siervo de los vampiros. Uno de ellos me dio de beber un poco de su sangre y me convertí en su esclavo… No podía regresar contigo y con tu madre sabiendo lo que era, no podía… al final lo único que me queda es redimirme. Llevo sin ser alimentado demasiado tiempo, mi corrupto cuerpo está muriendo por ello… busco la redención…. y quiero que tú me la des

-¿Has visto, Daniel? ¿Has visto cual vil y monstruoso puede llegar a ser el demonio? Ha envenenado la mente y el cuerpo de tu anciano padre. Sin embargo, ha decidido morir como católico, y tú puedes abrirle las puertas del cielo. Adelante, obispo Daniel Garza. Haz presente la voluntad de tu padre y la de Dios.

El Papa ordenó entregar una espada de plata a Daniel. Era un arma espléndida, preciosa, mortífera. Parecía haber sido forjada especialmente para él.

Daniel aguardó unos instantes en silencio, con los ojos entornados, mientras apretaba con fuerza la empuñadura de su mandoble. Por fin, abrió los ojos y alzando su letal instrumento de justicia exclamó:

-Tras escuchar tus motivos que justificar tu ausencia no puedo sino alegrarme de no haberte tenido cerca cuando era un niño, no obstante, no te guardo rencor alguno... Deberás pagar por tus crímenes en la Tierra y ya se encargará Dios de juzgarte en el Cielo. Amén.

Un sagaz y poderoso golpe decapitó a Leonardo Garza. Su cabeza cayó rodando al suelo mientras la herida no hacia más que salpicar sangre por todos sitios. Los hombres del Papa recogieron el cuerpo y se lo llevaron fuera.

Ahora solo quedaban Daniel y el Papa Gregorio IX.

-Lo has hecho bien, es lo que tu padre quería.

-Yo no tengo padre, su excelencia.

-Como gustéis… ahora, os tengo que proponer algo, obispo
.
-Os escucho pues

-Ya habéis sido testigo de lo cruel que puede llegar a ser el demonio en la Tierra. ¿No creéis que ha llegado el momento de plantarles cara? Tengo en mente la creación de una organización inquisitorial dedicada a luchar contra esos seres, vampiros, y erradicarlos de nuestros territorios cristianos. Y quiero que vos seáis uno de mis caballeros santos

-¿Y matar al que vos considerabais mi padre era la prueba final para evaluar mis capacidades?

-Eso es.

-Que astuto y frío sois, si me lo permitís.

-Ah, hijo mío, hoy me habéis demostrado que vos sois eso y mucho más.

-Está bien, excelencia, serviré a vuestra causa. Pero quiero dejar claros mis motivos: Lo hago por la fe que proceso y por los católicos víctimas de esos demonios. Nada más...

Y sin embargo, en la próxima entrada que haga sobre este entrañable inquisidor, descubriréis que en realidad si había algo más por lo que luchar, algo que ni el mismísimo Papa se esperaba... Hasta entonces, un abrazo ;)

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