Aunque por la experiencia que tenemos, sabemos que las historias de personajes no son lo más llamativo, a todos nos gusta publicarlas. Nos las curramos bastante y estoy segura que si os gusta el juego de rol sobre la que esté basada, a vosotros también os gustará. Ésta que voy a publicar a continuación, es una historia hecha para Vampiro: La Mascarada. Es la historia de una Toreador un poco especial, ya que es todo lo contrario a lo que la gente esté acostumbrada, no es el prototipo de Toreador que todo el mundo tiene asumido. No es la típica pijilla que se altera con cualquier mancha en su chaleco de cachemira, sino una chica muy "perroflauta" un tanto hippie, artista y pintora, igual de implicada con el arte y la belleza que un Toreador típico, pero lo que ella considera bello lo es lo típico ni común. Espero que os guste. ¡Ánimo y a leer!
_______________________________________________________________________
¿Y
tú quién eres? ¿Acaso te debo algún pedido? No, espera, no me suenas… Bueno, ya
que estás, ¿quieres que te cuente quién soy? A cambio quiero que toques algo
para mí, veo asomar por tu espalda una guitarra eléctrica.
Nací
en París hará ya unos 50 años. En torno
a 1950, Madelinne, mi madre, despertó con una preciosa niña en sus brazos. Ella
era profesora de Arte en La Sorbona, universidad situada a la lado de la
Catedral de Notre Dame. Mi padre también trabajaba allí, pero a diferencia de
mi madre, él trabajaba de amo de llaves. No era el trabajo que él había soñado,
pero al menos trabajaba, que en esa época ya era mucho.
No
tardé mucho en volverme algo… alocada. Tío, las reivindicaciones que se
llevaban a cabo en París en torno a 1968 eran demasié. Revueltas, ataques
contra la policía, los hippies llegaban pisando fuerte, y yo quedé enamorada de
dicha corriente. Mi época estudiantil se desarrolló en torno al arte. Siendo mi
madre profesora de arte, ¿qué se podría esperar de mí? El dibujo se me daba bastante bien y mi madre
me guió por el camino correcto, al menos en cuando a estudios. En el tema
social… me di demasiado pronto a los porros. Los probé por primera vez mientras
nos escaqueábamos de la clase de historia, materia que adoraba, pero al profesor…
uhhhh ¡qué manía me tenía!
Ya
no pude dejar aquella droga que me evadía del mundo y sus problemas.
Niccolás
era mi compañero de clase. Fuimos juntos a la escuela desde que éramos unos
micos, y le tenía un cariño sobrehumano, igual que él a mí. Era
inevitable que en una de esas noches locas por las calles húmedas de París no
acabáramos besándonos, bajo la fina lluvia típica de allí. Desde entonces no
nos hemos separado. A la par que estudiábamos en la Universidad, ambos
acudíamos también al conservatorio. Él tocaba el chelo, la guitarra y el saxo.
Yo acudía a clases de violín. Aún conservamos nuestro extraño amor por la
música, aunque él la conserva más que yo.
El
día 18 de Noviembre, eran ya las 22:35 cuando salimos del conservatorio.
Nuestras clases se habían alargado y en el edificio no quedaba nadie. Nos
retrasamos algo más que el resto porque nos liamos un porro en el baño,
¡llevábamos 8 horas sin probarlo! Salimos por la puerta principal, que en
principio parecía solitaria, pero a la que nos acercamos vimos una sombra
femenina. No habló, sólo se abalanzó sobre mí, directamente al cuello y cuando
desperté estaba al lado de Nicco, no recordaba nada, pero al momento fui
consciente de lo que había pasado. No hablé. Nicco tampoco. Ambos, juntos asumimos
lo que nos había tocado sin mencionarlo nunca.
Lena
era el nombre de la mujer que nos había convertido en la puerta del
conservatorio. Yo la amaba, al igual que a Nicco. Nos amábamos entre ambos como
si fuéramos una “pareja” de tres. ¿Raro? ¿Por qué? Le debo lo que soy, y Nicco
también. No hacemos nada malo amándonos, ¿verdad? Pues ya está.
Nuestra
no-vida no ha sido muy distinta a lo que llevábamos antes de ser convertidos.
Nos mudamos a Viena junto a Lena, ya que no podíamos mantener el contacto con
la familia. Allí alquilamos un piso bastante pequeño. Yo pinto cuadros que Lena
vende, y llevamos las ganancias a medias. Nicco prefiere seguir con su música y
de vez en cuando actúa en algún garito con su cuarteto de Jazz. Así nos mantenemos, ocultos y protegidos por
nuestra amada Lena. Ella siempre es y será lo más importante para nosotros.
En
nuestro piso, Nicco siempre es el “decente”. Yo soy algo más alocada, algunos
dicen que estoy como una puta cabra, yo les doy la razón, porque lo estoy. Nos
gusta cuidar nuestro físico (aunque la marihuana no es la mejor forma para
hacerlo). Somos muy ecológicos, no creamos mucha basura, pero lo que producimos
se recicla. Si no fuera por Nicco y por Lena… no sé qué habría sido de mí, pero
más de una noche en algún calabozo sí habría pasado.
Y
esto es mi historia, ¿quieres saber más? Pues busca a algún setita y dile que
vas de parte de Julia, él ya sabe lo que tiene que darte.
¡¡PAZ, COLEGA!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario