“No lo llames gimnasio, no lo llames
drogas, no lo llames magia negra, simplemente es genética superior”
¿Sabes lo que es el sueño americano? Es lo que yo tengo
entre las piernas, así es. 27,6 centímetros de fuerza aria con los que sueñan
todas las americanas, bueno, y mujeres de otros continentes también.
Claro, no fue fácil llegar a la cima. Yo era hijo de un
relojero y una ama de casa de un pequeño pueblo alemán, sin mayores pretensiones
en la vida que hacer novillos en el instituto para ir a fumar a escondidas y
revolcarme con alguna que otra chica por callejones y asientos traseros.
Era en
esos momentos cuando me di cuenta que yo había nacido para dar placer a las
mujeres. Yo era al sexo lo que Einstein a la Física ¿me sigues?
Cuando cumplí los dieciocho me largué de casa rumbo a la
capital con un puñado de dinero ahorrado, una maleta y con ganas enormes de
hacer historia en la industria del porno alemán.
Empecé como todos, grabando videos amateur con desconocidas
ninfómanas y colgando el material en internet, a la espera que alguna compañía
se dignara a contactar conmigo. Decidí ponerme un pseudónimo que sonara bien: Über 27 parecía perfecto, y decía mucho
de mí aún cuando llevaba puestos los pantalones.
Cuatro meses después del comienzo de mi aventura me llamó un
tipo que aseguraba ser el director de una importante productora porno a nivel
europeo, había visto mis videos y quería hablar conmigo en persona.
Tanto el lugar como la hora me resultaron extraños, pero no podía rechazar esta
oportunidad, además, si algo salía mal siempre podría echar a correr como alma
que lleva el diablo.
Llegué puntual a la cita, a medianoche, el lugar era un viejo almacén abandonado hace
años a las afueras del Berlín, según el carcomido cartel, se dedicaban
a la fabricación de salchichas y otros productos cárnicos, no pude evitar
soltar una carcajada irónica al leer eso.
Un par de minutos después apareció un BMW de alta cilindrada
y lunas tintadas. El chófer bajó del coche y abrió una de las puertas traseras
con aire refinado. Del interior surgió un individuo vestido con un exquisito traje oscuro y gafas de sol,
que tras mirar al cielo unos segundos se acercó a mí y me estrechó la mano. Su
tacto era frío y áspero, como la de un enfermo, posiblemente fuera adicto a las
drogas y eso explicaría por qué una persona lleva gafas de sol por la noche, no
querría que sus pupilas lo delataran…
Über 27, ¿verdad? Me llamo Fabian Heider. Es un placer conocerte en persona. Desde que
te vi cabalgando sobre esa asiática supe que tenías madera.
- Me lo suelen decir mucho.
- Y no les falta razón, chico. Lo que tienes es
una bendición, como el que nace con un pulso firme para ser cirujano. En ese
aspecto eres…eres… genéticamente superior.
“Genéticamente superior, suena bien”
- …Y, créeme, si trabajas para mí llegarás lejos,
más lejos de lo que cualquier mortal haya podido conseguir. Mi arte es…
distinto, ¿sabes? Soy un buscador de nuevas experiencias, un mecenas de gente
como tú, Über 27… por cierto, ¿cuál es tu nombre?
- Me llamo Ti…
- No, te llamas Über 27. Recuérdalo, ese es el
nombre que te va a hacer famoso a partir de ahora, olvida quién eras antes, lo
importante es el presente. Recuérdalo, muchacho…
Sin duda era un tipo raro, excéntrico, un visionario
como se definiría él. Pero si era capaz de hacer de mí una estrella porno, era
la menor de mis preocupaciones.
- Por favor, acompáñame al interior, quiero
realizar una entrevista.
Heider y yo entramos al almacén. Lo que vi tras traspasar la
puerta no se correspondía en absoluto con la fachada exterior.
El lugar estaba decorado al más puro estilo burgués:
alfombras, tapices, cuadros... En el
centro de la sala había una cama de matrimonio con sábanas carmesíes y negras,
en la que reposaba una delgada joven de piel pálida como la nieve.
Salvo por una máscara de diosa griega estaba completamente
desnuda. Tenía pechos menudos pero firmes y un vello púbico cuidosamente
recortado en forma de corazón partido. Al verme aparecer pareció estremecerse
ligeramente, como si mi mera presencia le excitara.
-
Te presento a Beth. Beth, este es Über 27. Si
así lo quiere el destino pronto formará parte de nuestra… familia, pero antes
quiero comprobar sus aptitudes, dime, ¿te gustaría ayudarlo?
Beth no dijo nada, una risa tímida y una aprobación con la
cabeza bastaron para confirmar sus deseos.
- Ya lo has visto, mi querido Über, dime, ¿te
crees capaz de satisfacer a esta diosa en la Tierra?
- Ya lo creo, señor. – contesté raudo y conciso.
- Demuéstramelo.
Y así fue como durante una hora aproximadamente Beth fue
toda mía. La poseí de todas las maneras que conocía. Cuando la penetraba la
notaba cálida, en contraste con su piel, que al igual que la de su jefe también
era fría. Estaba demasiado excitado como para ponerme a pensar en enfermedades
de transmisión sexual, quería tomarla una y otra vez, cada embestida era mejor
que la anterior.
Heider nos observaba mientras se movía a nuestro alrededor y
se arrodillaba cerca de nosotros, como el que observa un lienzo en un museo. Él
veía nuestro acto como una obra de arte en movimiento, y nosotros éramos los
protagonistas.
El momento del clímax llegó ruidoso y abundante, acompañado
de los gemidos de Beth que, contra todo pronóstico, parecía querer más.
Mientras yo jadeaba boca arriba, ella se arrancó la máscara y me dejó ver su
preciosa cara de ángel… o demonio.
- Brillante, mi Heracles, Brillante. Eres lo más
parecido a un dios del sexo entre los vivos. Y sin embargo, estás tan lejos de
la perfección…
- Mi amo, démosle el regalo… - la voz de Beth sonó
dulce e inocente, a la par que imprevista.
Heider sonrió
- No soy yo quién para negar los deseos de una de
mis chiquillas.
Se acercó a nosotros y me sujetó con fuerza por los hombros
para evitar que me levantara, mientras Beth seguía encima de mí.
- ¿Qué está pasando? – Pregunté confuso y nervioso
- ¿No te dije que eras genéticamente superior? Selo
en todos los aspectos y no sólo con tu polla.
Haider se acercó a mi cuello y me clavó unos puntiagudos
colmillos. Por su parte, Beth colocó mi herramienta de trabajo dentro de ella
otra vez y empezó a moverse con excitación…
No recuerdo mucho más de aquello, sólo que fue lo más
jodidamente maravilloso del mundo.
Unas horas después me desperté como vampiro
ventrue con mucha hambre, estaba débil.
Mi ahora sire me ofreció a otra mujer, esta vez algo más mayor, de tez oscura y
pechos generosos. Tenía cortes en los pezones, que ella misma se había
producido. Me sentí excitado al ver la esencia vital corriendo por su cuerpo de
ébano y no pude resistir saltar sobre ella para saciarme de ella, para más
tarde consumar con ella otra actuación de sexo salvaje que agradó en buena
medida a mi señor… y a Beth, que me miraba desde una esquina con sensual
mirada.
Los siguientes días fueron bastante teóricos, Heider me
explicó todo lo que necesitaba saber sobre los vampiros: La mascarada, las
normas, las jerarquías, la necesidad de beber sangre, los clanes… todo lo que un novato neonato como yo debía
conocer si quería durar un par de noches fuera de estas paredes.
Descubrí también que mi amo era un ventrue bastante famoso
en Berlín por sus eróticos espectáculos clandestinos, capaces de satisfacer
hasta la más lujuriosa de las fantasías de sus clientes. Este mundo no era tan
diferente al de los vivos, después de todo.
¿Qué es ahora de mi no vida? Bueno, aún sigo disfrutando de
la compañía de la vampira Beth, la chiquilla favorita de Heider y principal
atracción en sus fiestas. Aunque es agradable pasar las noches gozando con
hermosas hembras tengo la sensación de buscar algo más fuera de la ciudad, ¿Placer? ¿Experiencias nuevas? ¿Cambio de
aires? ¿Sentar la cabeza? No lo tengo claro, quizá pronto aparezca delante de
mí esa señal que estoy esperando, hasta entonces seguiré haciendo lo mejor que
sé hacer: Provocar gritos.
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