16 sept 2012

Elizabeth Loop. Lëimihad.


Hoy os traigo la historia de un personaje para la partida de Lemihad, mundo inventado por Kimball.
La ambientación es de un mundo steampunk.
Este personaje en concreto es una joven con un trastorno mental que le hace creerse el centro del mundo; una persona con gran fama pero que, en realidad, solo es conocida a pequeña escala y por sus manos.
La historia está contada desde el punto de vista de Elizabeth, mi PJ, y Aya, su hermana.

Os la dejo aquí:




Aya
Cuando yo nací, ella ya estaba allí, observándome excitada.
- ¡¡Es la hermanita, mira papá esa es la hermanita Aya!!
- Joder – masculló mi padre, un hombre orondo con larga barba castaña, que parecía enfadado – es otra mujer…
- Mortimer, es una niña preciosa… -  dijo mi madre mientras me miraba y cogía con expresión cansada. Tenía la cara llena de maquillaje corrido, enormes ojeras, y la cara roja por el esfuerzo, pero a mí me pareció preciosa.
Mis pequeñas manitas de bebé empezaron a moverse, me parecieron asombrosas y comencé experimentar con ellas en el aire. Por casualidad, mi mirada se posó en la niña que había a mi derecha.
Elizabeth Loop
Tenía el pelo corto y adornado con horquillas, sus ojos eran azules y el pelo castaño. Era guapa. Me miraba muy atentamente, parecía contenta con mi llegada al mundo. Me gustaba.
Ella era mi hermana, comprendí.
- Liz, ¿quieres cogerla? Ten aquí – dijo mi madre pasándome hacia ella.
Y mi hermana me sujetó con cuidado y concentración mientras tarareaba una canción que logró dormirme.

Para desgracia de mi padre, ya no pudo engendrar más hijos. Su ansiado varón nunca llegó a existir, así que depositó todas sus esperanzas en su hija mayor, mi hermana Elizabeth.
Lizzy había sido desde siempre una niña muy alegre. Jugaba con cosas realmente raras para una niña de su edad. Más tarde comprendí que no jugaba con eso porque era lo que le gustara, jugaba con herramientas porque mi padre quería que trabajara con ellas.
Un hijo inventor, eso era lo que mi padre siempre había ambicionado. No era muy normal que las mujeres llegasen a esa posición, pero tras aceptar que no tendría más hijos, mi padre le exigía mucho trabajo a mi hermana, tanto que ni siquiera la dejaba jugar como los niños normales, tenía que trabajar el metal.
Por más que lo intentara, Elizabeth era incapaz de montar nada, tampoco podía memorizar una secuencia de datos ni tan siquiera era capaz de recordar qué herramientas se suponía que tenía que usar.
Casi cada día mi padre ridiculizaba y humillaba a mi hermana. Recuerdo que siempre se repetía la misma secuencia.
- Inútil – decía él  - ¿es que no sirves para nada? Has confundido la tuerca con el tornillo, idiota. – y sin ningún miramiento destrozaba el ruinoso trabajo que le había costado más de 5 horas de esfuerzo a mi hermana – Theresa, llévate a esta cría de aquí.
Y mi madre recogía a mi hermana y la llevaba lejos del cuarto de trabajo, donde mi padre daba rienda suelta a toda su ira destrozando todo lo que tenía por delante. Al final, la zona de trabajo siempre quedaba como una chatarrera. Y después, cuando mi padre se iba a dormir, mi hermana volvía a la sala, la recogía totalmente y volvía a empezar a intentar crear algo.
Así, pasaban las noches y los días, y a mi hermana, con solo 6 años, le salían callos nuevos sobre los ya viejos.
Un día, le pregunté que por qué hacía eso, que por qué seguía intentando complacer a un hombre que la odiaba y que nunca ejercería como padre.
- Voy a contarte un secreto, Aya – dijo ella muy seria. Cuando la vi allí, mirándome así, me pareció mucho mayor de lo que en realidad era – Lo hago porque tengo que encontrar… algo. Algo por lo que puedan sentirse orgullosos, algo que haga realmente bien. Y papá me mire y diga a la demás gente “esa niña tan increíble es mi hija” –miró a los lados en aquel momento – y mamá siempre dice que si te esfuerzas mucho, mucho, puedes lograr lo que quieras. Yo tengo que intentarlo.
- Yo quiero ayudarte – contesté yo muy seria. Mi hermana que trabajaba sin descanso, mi hermana que aunque la hundiesen entera volvía a levantarse, mi hermana que se esforzaba tanto. - Encontraré algo, lo que sea, que se te de realmente bien.
Puede que ni yo misma lo comprendiese, pero ya entonces yo estaba realmente orgullosa de Lizzy.
Pasé desde entonces días enteros observando a mi hermana ¿ en qué podría ser realmente buena? Le gustaba ayudar a mi madre, hablaba mucho con ella. Tenía carisma y se llevaba bien con la gente, a diferencia de mí. ¿Podría ser vendedora? ¿Política? Era un hecho que su inteligencia estaba ligeramente por debajo de la media, todos contábamos con ello. Pero debía haber algo que…
Pero entonces, un día, viendo cómo se arreglaba tras levantarse se me ocurrió.
- Liz, ya sé a lo que puedes dedicarte. ¡Tú de mayor tienes que ser modelo! – dije exaltada.
Y ella sonrió de una forma que nunca olvidaré.

- ¿Modelo? Me encanta, cariño. Pero papá no puede enterarse de eso. Su sueño es tener un inventor en la familia y ha depositado todas sus esperanzas en ti… - mi madre, inicialmente ilusionada con la idea de mi hermana, fue perdiendo las ganas conforme iba pensando en las consecuencias de su sueño.

Desde entonces, a pesar de todo, mi hermana se había obsesionado con el mundo del modelaje. Se había puesto a dieta, se peinaba minuciosamente cada día y echaba en su piel toda clase de ingredientes extraños que le iban a conceder mágicas propiedades. Había acudido a varias agencias y ya había logrado salir en un par de publicaciones locales. Realmente servía para eso. Pero mi padre no tenía ni idea. A las tres nos aterraba la idea de que se enterara.

Elizabeth
Mi familia tenía una mala fama en el barrio. Mi padre era un triste peón de mecánico y mi madre fue prostituta durante mucho tiempo, aunque yo de eso me enteré después. Él siempre había ambicionado una vida llena de lujos y fama, y quería conseguirla por medio de su descendencia. Odiaba a mi madre, de eso siempre fui consciente.
Había sido incapaz de darle un hijo varón y la envidiaba su capacidad para ser feliz con cualquier cosa, evadiéndose de la realidad. Por si eso fuera poco,  la aborrecía por la fama que le había dado a él y a su familia, por su antigua profesión, pero no fue capaz de dejarla cuando ya se hubieron casado por lo que pudiera decir la gente.
Un varón inventor, eso fue lo que siempre soñó. Pero, al no poder conseguirlo, se conformó con que su primogénita, o sea, yo, lograse alcanzar tal posición.
Después de intentarlo durante un tiempo, descubrí mi verdadera vocación: posar para las cámaras.
Poco a poco, fui dejando de lado las tareas que mi padre me imponía y me ausentaba con más frecuencia.
Cuando me ofrecieron la portada de una revista local, se enteró todo mi barrio. Mi padre enfureció tanto, que nos propinó una paliza a mí, a mi madre y a mi hermana.
En realidad, descubrimos entonces Aya y yo, mi padre era un hombre deprimente con un sueño estúpido. Aya, que estaba descubriendo que la mecánica le apasionaba, hizo un trato conmigo.
Ella se quedaría en casa, intentando alcanzar el sueño de papá, que se estaba convirtiendo cada vez más en el suyo propio, y yo me iba con mamá, a la capital, a labrarme un futuro como modelo.

Partimos a los dos meses. A mi padre realmente no le importó, se desentendió totalmente de mi madre y de mí. Creo que después de todo, le resultó como una liberación.
Mamá y yo nos establecimos a las afueras de la gran ciudad. Dado mi belleza y mi habilidad para modelar enseguida llegué alto y logré colocarme entre las mejor pagadas modelos del continente.

Aya
Ha pasado mucho tiempo desde que mi hermana y mi madre se fueron. Las echo de menos, pero recibo cartas de ellas casi a diario.
Elizabeth vive realmente bien, cobra un gran salario y es conocida en el mundillo. Bueno, en realidad… más que a ella, la gente conoce sus manos y sus piernas.
La tercera mejor modelo de piernas del continente, la segunda mejor de manos.
Creo que no es consciente, pero no creo que mucha gente la reconociera cuando sale a la calle. Por lo que me cuenta, cree que es reconocida en gran escala, pero en realidad, sólo saben su nombre y muchas veces ni eso. Le resulta extraño que no le pidan autógrafos por la calle.
La pobre Lizzy no tiene ni idea de que nadie la reconoce por su cara.

A pesar de todo, ella es feliz, gana mucho dinero y cada día hace más feliz a mamá, que ahora está disfrutando de su vida.

En cuanto a mí… yo he conseguido convertirme en inventora, como mi padre quería, como yo quería.

Hace varios días que no se nada de Lizzy y me resulta muy extraño.

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