Corría el año de 1450 cuando el soldado inglés Philip Morson
embarcaba rumbo a Francia para intentar frenar el avance francés en la que
posteriormente sería conocida como Guerra de los Cien Años.
Desde la llegada de la misteriosa Juana de Arco, el ejército
francés antes débil había comenzado a ganar terreno a Inglaterra. Ese mismo año
de 1450 Normandía cayó y tan solo el
ducado de Aquitania, territorio que desencadenó la guerra, seguía en manos
inglesas.
Ya en costas francesas la guarnición de Philip puso rumbo a
la capital, Burdeos, para reforzar al contingente allí asentado.
Los siguientes años fueron catastróficos para el ejército
inglés. Las tropas francesas dirigidas por Carlos VII acabaron conquistando
Burdeos y Aquitania, expulsando a los ingleses de tierras francesas. En este período de tiempo Philip conoció a una joven
campesina francesa, Helene. A pesar de que los franceses no veían con buenos
ojos a los soldados ingleses, entre ambos surgió un sentimiento mutuo. Philip
acabó desertando del ejército o de lo poco que quedaba, cambió su nombre y apellidos y se ocultó durante un tiempo
hasta que la guerra terminó. En el año de 1454 contrajeron matrimonio y dos años más
tarde tenían su primer hijo Louis, el mismo que ahora escribe estas letras…
. .
.
Mi infancia fue como la de cualquier hijo de familia
campesina. Trabajábamos las tierras de un pequeño señor feudal que gobernaba
una comarca que comprendía un puñado de aldeas.
Cuando alcancé la adolescencia fui llamado a trabajar como
mozo de cuadras en la casa del señor. Aquellos años fueron muy dulces para mí
por dos razones. Me hice amigo de un viejo bardo normando que habitaba la
casa. Mi señor era un apasionado de las antiguas hazañas de héroes como
Carlomagno, Roldán, el Cid de Castilla o el legendario rey Arturo. En mis ratos libres me juntaba con el viejo bardo y este me
enseñaba a tocar el laud y la flauta, además de cantar y recitar. Aprendí
pronto, y en alguna ocasión lo acompañé en sus actuaciones.
Cuando ya rondaba los dieciséis años empecé a fijarme en la
hija de nuestro señor, Isabelle. Tenía una cara bonita, de piel blanca, pelo
ondulado rubio y un esbelto cuerpo. Deseaba poder contemplarla desnuda y
acariciar su cuerpo. Pero mi señor jamás me lo permitiría.
Y todo habría acabado ahí de no ser porque la misma Isabelle
empezó a acercarse a mí. Me visitaba en las cuadras a escondidas, a veces me
dejaba cartas (el bardo me enseñó a leer y a escribir).En una ocasión en la que mi señor estaba de caza se acercó
hasta el cobertizo donde guardábamos la comida de los caballos. Empezó a
besarme, se quito el vestido , me quitó la ropa y se tumbó sombre mí. Yacimos lujuriosamente, bese todo su cuerpo,
perfecto, tenía unos pequeños pero bonitos pechos y una dulce boca. Nuestros encuentros en secreto fueron cada vez más
frecuentes, hasta que un día fuimos descubiertos. Yo estaba limpiando las
cuadras cuando sofocada vino a avisarme de que su padre se había enterado de lo
nuestro por alguno de los criados y había llamado a los soldados para que
viniesen a por mí. Me dijo que tenía que
salir corriendo y ocultarme en el bosque, y que ella después me buscaría, acto
seguido me dio una bolsa con dinero, me beso y salió corriendo. Sin pensármelo
dos veces cogí a uno de los caballos y me dispuse a partir, sólo tenía los
instrumentos que heredé del viejo bardo (que murió un año antes), algunos
ahorros y la bolsa que me había dado Isabelle.
Llegué al bosque ya anochecido y busqué algún refugio.
Esperé durante días pero Isabelle no apareció. Cuando me disponía a salir me asaltó
alguien por detrás. Era Thomas uno de
los hombres de mi señor, en ese momento pensé que era hombre muerto, pero me
equivoqué.
“El señor me ha
mandado buscarte y acabar contigo, pero no lo haré, se lo que es la pasión
juvenil. Pero el señor desea tu sangre, no tienes nada que hacer aquí, debes
marcharte, ve a Inglaterra y busca una nueva vida chico”
Me informó de que el señor había llevado a Isabelle a un convento,
después de haberla castigado duramente. Por un momento pensé en volver y
vengarme, pero sería un acto inútil y al fin y al cabo tenía parte de culpa.
Thomas me entregó una de sus dagas por sí me veía en apuros y me deseó suerte.Pensé en despedirme de mis padres, pero seguro que mi casa
estaría vigilada por los hombres del señor. Me dirigí hacia el norte y compré
un pasaje hacia Inglaterra con el dinero que me había dado Isabelle. La añoré
noche tras noche, sus besos, su cuerpo…
Ya en Inglaterra decidí buscar suerte en la ciudad de
Canterbury, pero no la encontré, no había trabajo para mí. En pocos días se me
acabó el poco dinero que tenía y me vi obligado a mendigar. Fue entonces cuando reparé en los
instrumentos del bardo, quizá me podrían dar de comer. Me puse a tocar y saqué
unas monedas, con ello me compré un mendrugo de pan.Tuve que dormir a la intemperie o en alguna casa abandonada
si tenía suerte. Alguna noche que otra recibí hospitalidad de los monjes, pero
sólo una noche cada cierto tiempo.
Un día tocando en una esquina de la plaza un hombre grueso y
moreno, con un fuerte acento, se acercó a mí. “Tocas bien chico, sabes, estoy buscando un músico, no ganarás mucho más
pero tendrás un techo todas las noches”. Acepté, el hombre resultó ser el
padre de una familia gitana de Hungría. Vivía sólo con sus dos hijos, el
pequeño Iosef y la preciosa Zhaina, una joven de veinte años, su esbelto cuerpo
maduro me excitaba tanto como el joven cuerpo de Isabelle, aunque este tenía un
tinte más exótico y sensual.Iosef se dedicaba a la picaresca y a la mendicidad, mientras
que Zhaina bailaba al son de mi música y su padre vendía objetos robados. No
eran trabajos muy honrados pero nos daban de comer.
Ya rondaba los veinte años cuando el padre de Zhaina murió a
causa de la gripe. Además el joven Iosef, que ya rondaba los quince no era
tomado como el chiquillo inocente al que se le puede perdonar un robo por
hambre. Un día se le ocurrió intentar robar a un poderoso noble que venía de
visita a la ciudad (el chico desconocía este dato), el mismísimo conde de
Gloucester. La jugada le salió mal y lo atraparon. Tuvimos que vender todo lo
que teníamos para rescatarlo, además el conde convenció al sheriff de la ciudad
para que nos expulsará, y así lo hizo. Tuvimos que huir de nuevo, y pensé que
podríamos volver a Francia, ya hacía casi cuatro años de mi incidente y yo
había cambiado mucho, nadie me reconocería.
La vuelta a mi tierra natal fue feliz y triste a la vez,
volví a ver a mis padres, ya eran ancianos. Se alegraron mucho de volver a
verme, me dijeron que Isabelle seguía en el convento, también me advirtieron
que no permaneciera mucho tiempo en la aldea porque si el señor se enteraba de
mi presencia no dudaría en acabar
conmigo, el paso de los años, en vez de sofocar su ira, la había alimentado. Me dieron el poco dinero que les
quedaba y me desearon suerte.
Zhaina, su hermano y yo viajamos por toda Francia, yendo de
ciudad en ciudad.
La tragedia de nuevo acudió a nosotros cuando Iosef cayó
enfermo. Los monjes no quisieron atender al chico por su condición de gitano y
acabó muriendo, la tristeza invadió a Zhaina, en menos de un año había perdido
a su padre y a su hermano.
Con el tiempo acabamos uniéndonos más, al fin y al cabo sólo
nos teníamos el uno al otro, y el amor surgió entre nosotros. Recorrimos
Francia de punta a punta, en busca de algún sitio donde poder establecernos.
Suplíamos el hambre y el frío, con el calor y la pasión del sexo.
Un terrible día del año de nuestro señor de 1478 la mala
fortuna volvió a golpearme. Estábamos en Paris, y un hombre se acercó a Zhaina,
la agarró fuertemente y la apretó contra sí mientras besaba su cuello. La furia
inundó mi cuerpo, desenvainé la daga que hace años me había regalado Thomas y
ensarté a ese maldito demonio. Fue entonces cuando un montón de hombres me
rodearon y apalearon hasta dejarme inconsciente. Cuando desperté estaba atado,
y tuve que contemplar impotente como violaban, torturaban y asesinaban a mi
querida Zhaina. A mí me apresaron y condenaron a muerte, dos días después sería
ejecutado en la plaza por atacar a un noble, la verdad, no me importaba, había
perdido todo cuanto tenía. Pero parece ser que no estaba destinado a morir pues
ese día unos mercenarios atacaron la prisión y nos liberaron a todos. De nuevo
era un proscrito y de nuevo tenía que huir.
Esta vez decidí viajar al sur, y recorrer el camino de
Santiago en busca de paz espiritual, y así lo hice, no me importaba vivir de la
mendicidad, al fin y al cabo era lo que había hecho durante los últimos cinco
años de mi vida.
En efecto me vino bien realizar la peregrinación. Aunque las
heridas por la pérdida de Zhaina estaban todavía muy frescas, Dios me dio
fuerzas y de nuevo volví a sentir ganas de vivir. En Galicia conocí a muchos
juglares que me contaron miles de historias, tantas verdaderas como
fantásticas. Fue entonces cuando desempolvé los viejos instrumentos que hace
tanto me regaló el bardo y que tantas veces me habían dado de comer, y me
dediqué a recorrer Castilla, tocando y cantando hazañas de antiguos héroes,
historias de dragones y relatos de amor cortés.
He viajado por tierras moras, he estado en la magnífica ciudad
de Toledo, y ahora parto en busca de más gentes que quieran oír mis notas y
escuchar mis cantares.
Hola
ResponderEliminarMi nombre es Albert Tarrés, llevo desde hace ya tiempo un blog sobre Aquelarre y me preguntaba si permitirías que te reseñara en mi blog y te incluyera como material de ayuda del juego. Te lo pregunto por que para mi es una costumbre convertida en regla imprescindible el tener el permiso de cada autor para colgar algo en el blog.
El blog del que te hablo es AKELARREDVANCED (http://greatfrezzerspanishversion.blogspot.com )
Si te interesa puedes contestarme en la ultima entrada publicada en mi blog.
Un saludo desde Girona
Albert Tarrés